15 años se retrocedieron en el ámbito laboral en Latinoamérica debido al COVID-19. De los 23,6 millones de puestos que las mujeres latinoamericanas perdieron durante el auge de la pandemia, aún faltan más de 4 millones por recuperar.

Estudiante de 8° semestre de la Licenciatura en Relaciones Internacionales
15 años son los que se retrocedieron en el ámbito laboral en materia de género en Latinoamérica debido a la crisis sanitaria causada por el virus COVID-19. Sin embargo, este hecho ha servido para evidenciar la abismal brecha que ya se hallaba entre hombres y mujeres. De acuerdo con lo que la especialista regional en economía laboral de la Organización Internacional del Trabajo, Roxana Maurizio, declaró: “La pandemia agudizó desigualdades estructurales existentes”.
El pasado 3 de marzo, la OIT realizó una publicación en donde se dio a conocer públicamente que, de los 23,6 millones de puestos laborales que las mujeres latinoamericanas perdieron durante el auge de la pandemia por la COVID-19, aún faltan más de 4 millones por recuperar, 4,2 millones específicamente. Por otra parte, los 26 millones de los empleos perdidos, que le pertenecían a la población masculina, se han restablecido casi en su totalidad.
El hecho anterior ocurre, desde el punto de vista de Vinícius Pinheiro, director regional de OIT para América Latina y el Caribe, debido a la preexistencia de las inequidades en la estructura laboral, ya que la mayoría de las mujeres han sido relegadas a puestos dentro de la informalidad y el servicios.
En otras palabras, los sectores más afectados durante la crisis sanitaria y de tardía restauración: “Conforme se expande la vacunación y se empiezan a llevar a cabo políticas de bioseguridad, todo está volviendo a la normalidad, pero aún no del todo. Las más afectadas y estancadas siguen siendo ellas. Es una reparación desigual”.
Dentro del sector de la informalidad, el trabajo doméstico ha sido uno de los más golpeados por la pandemia. Algunas de las razones son la imposibilidad de realizarlo de manera remota y, además, que el 91.5% de las trabajadoras eran mujeres, muchas veces mal remuneradas. Sin embargo, para el segundo trimestre del 2020 los niveles de ocupación disminuyeron -24,7% en Brasil; -46,3% en Chile; -44,4% en Colombia; -45,5% en Costa Rica; -33,2% en México; y -15,5% en Paraguay.
Existe un elemento imprescindible a la hora de hablar de la salida de las mujeres del mercado laboral durante el confinamiento por la COVID-19, el cuidado. Se registró una importante salida de mujeres de la fuerza laboral por el deber de ocuparse de los cuidados en sus hogares. No obstante, aunque fueron ellas quienes contribuyeron a mantener con vida miles de personas, no recibieron ningún tipo de remuneración o ayuda monetaria, de parte de sus Estados, ya que culturalmente el cuidado se continúa percibiendo como responsabilidad nata de la mujer.
Cuando se pasa de tener dos, a un solo ingreso en el hogar, o en muchos casos en México de uno a ninguno, trae consecuencias sumamente graves para el nivel de calidad de vida no únicamente de la madre, sino de los miembros que componen la familia, como los hijos. El organismo regional de las Naciones Unidas valora que aproximadamente 118 millones de mujeres en América Latina están actualmente en situación de pobreza, lo que representa 23 millones más que en 2019. A este paso la frase que afirma que la pobreza tiene cara de mujer, nunca desaparecerá.
Como respuesta a la problemática que representa la poca atención y, por ende, la falta de legislación, hacia la economía del cuidado, Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, argumentó que: “América Latina y el Caribe debe invertir en la economía del cuidado y reconocerla como un sector dinamizador de la recuperación, con efectos multiplicadores en el bienestar, la redistribución de tiempo e ingresos, la participación laboral, el crecimiento y la recaudación tributaria”.
Es vital que se tomen en cuenta las condiciones en las que las mujeres latinoamericanas ya laboraban previo a la crisis, así como la reconocida doble jornada con la que muchas deben cumplir. Es por ello por lo que múltiples tomadores de decisiones ya están poniendo en la mesa que se tome en cuenta el cuidado como un trabajo formal. Un ejemplo es el caso de Costa Rica, que con políticas con perspectiva de género ha logrado otorgar prestaciones monetarias para remunerar las labores de cuidado.
De acuerdo con lo que plantea el Informe Especial COVID-19 Nº9, los enfoques deben centrarse en el decrecimiento de la brecha entre hombres y mujeres, tomando en cuenta los sectores conformados mayoritariamente por mujeres y, aprendiendo de lo ocurrido durante la pandemia, no volver a retirar de manera anticipada las formas de estímulos sectoriales para afianzar la reparación.
Se requieren políticas con perspectiva de género y que, además, tomen en cuenta a las víctimas de las inequidades que persisten en el sistema laboral latinoamericano: “Las mujeres rurales, las jefas de hogar con niñas y niños pequeños, aquellas de menos formación y educación, mujeres indígenas y afrodescendientes han sido más afectadas…” declaró Maurizio. Ahora es tiempo de que los funcionarios públicos escuchen las demandas de sus ciudadanas que quieren y necesitan trabajar.
Es un largo camino el que las mujeres han tenido que recorrer para que se les reconozcan sus derechos como ciudadanas y, por lo visto en los previos eventos del 8 y 9 de marzo, no volverán a permitir que se los arrebaten.
Bibliografía
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