La democracia es algo complicado e imperfecto, pero al cuestionar y estudiarla, incluso en países ajenos, podemos encontrarnos más en nuestro rol como ciudadanos y llevar al país, no ser llevados por él.
Juan Pablo Rubio Pérez Estudiante de Ingeniería Física Industrial, 6º Semestre
Después de la Segunda Guerra Mundial, uno de los preceptos en los cuales se comenzó a basar el sistema internacional fue la autodeterminación de los pueblos. Aquellas naciones que lo deseaban debían de poder tener un gobierno que representara, no solo su demografía, sino sus intereses y velara por ellos. Fue así bajo esta nueva noción, que trascendía la época de colonialismo de décadas y siglos anteriores, que se empezó a desmantelar, por lo menos de manera superficial, el sistema imperialista que había sido marcado una dominancia global.
Una de las maneras que aparentaban ser más sencillas era el simplemente instalar un sistema de gobierno democrático, parlamentario, republicano, directo, donde el mismo pueblo era el que elegía a sus gobernantes. Fue entonces que esta noción de que un sistema de gobierno democrático es el único correcto para gobernar, nació. Se comenzó a exportar la democracia, junto con la música, la literatura y el cine, como un producto cultural. ¿Será quizá que fue la aversión a sistemas autocráticos, como la monarquía de la cual escaparon las trece colonias, lo que le dio precedente a este sistema sobre todos? ¿O fue quizá la asociación a la República Romana o las ciudades-estado griegas lo que le da prestigio?
Al encontrarnos en elecciones trascendentales, de impacto global y local, es pertinente cuestionarnos la validez que tiene la democracia como sistema de gobierno, cuestionarnos la efectividad de nuestras instituciones democráticas y cuestionarnos si se logran a través de las elecciones que la voz del pueblo sea escuchada.
El Colegio Electoral
La elección que estuvo presente durante todo el año pasado fue claramente la elección presidencial de los Estados Unidos, junto con la elección al cuerpo legislativo que la acompañó. Durante noviembre, lo más relevante y reducido de la elección fue el mapa de los Estados Unidos pintado ya sea rojo o azul por estado, indicando qué candidato fue el que obtuvo la mayoría del voto popular en el estado y por ende sumó un número al parecer arbitrario a otro número también arbitrario que parecía ser el que en verdad era el que indicaba al ganador.
Han sido los Estados Unidos el bastión democrático en el mundo, imponiendo, desde un alto estatus moral, sanciones, recomendaciones y declaraciones para que países del sur global tengan elecciones completamente democráticas, transparentes y denunciando cualquier golpe autoritario que atente contra las virtudes que la voz del pueblo representa. Es por eso mismo que se requiere estudiar más a fondo los números arbitrarios y curiosos que eligen al presidente de uno de los países más influyentes del mundo. Hay que preguntarnos, ¿es verdaderamente un sistema democrático? ¿La voz del pueblo realmente importa?
Como todo, tiene una respuesta rápida, no, y una respuesta que requiere de más detalle, a veces.
El sistema electoral de Estados Unidos es, a grandes rasgos, sencillo. 538 electores se reúnen el segundo miércoles de diciembre en el año electoral y eligen quién va a ser el presidente, el candidato con mayoría de votos gana. A primera vista parecería democrático, un grupo de personas elige a través de votación al ejecutivo. Es cuando comenzamos a adentrarnos en los detalles del sistema que empiezan a aparecer peculiaridades. ¿Por qué solo 538? ¿Quiénes son estos 538? ¿El resto de los más de trescientos veinte millones de estadounidenses no importan? ¿Por qué votan entonces?
El Colegio Electoral, nombre por el cual se le conoce a este sistema, nació en la constitución escrita por el Congreso de Filadelfia el 17 de septiembre de 1787 y ratificada el 21 de junio de 1788. El artículo 2, sección 1 de la Constitución especifica cómo se llevará a cabo este proceso: cada estado de la unión tendrá un número de electores que dependerá de su población, como mínimo siempre 2, y se reunirán para debatir y elegir al mejor candidato. Fuera de detalles de procedimiento, eso es todo lo que dice la Constitución. Ni ella ni la Ley Federal declaran cómo se elegirán los electores por estado, únicamente cuántos tendrán. Esto es porque cada estado elige el método a través del cual se deben de seleccionar. Está conspicuamente ausente de este artículo alguna mención de democracia o de darle poder al pueblo de elegir. En sus inicios, eran pocos los estados que sometían a voto popular quienes iban a ser los electores, la mayoría lo dejaban a los congresos estatales o simplemente a una elección entre un consejo que se asemejaba sospechosamente a una oligarquía. Con el paso de los años, las asambleas legislativas fueron cambiando sus leyes estatales para que los electores sean sometidos al voto popular y, hoy, todos los estados eligen a sus electores de esta manera. Una consecuencia curiosa es que cuando salen a votar los estadounidenses, no votan por un candidatos, sino que votan por un elector que a su vez va a votar por el candidato. Es por esto que se pinta el mapa de colores, porque muestra electores de qué partido político ganaron en cada estado y a su vez irán a votar en las elecciones reales en diciembre.
Es aquí donde los defensores del Colegio Electoral saltarán a decir que sigue siendo democrático, aunque de manera un poco indirecta, porque los electores votan por el candidato de su propio partido político. Esto, sin embargo, tiene solo una parte de verdad. En realidad los electores no están obligados a votar por nadie, solo posibles sanciones estatales o, en algunos casos, solo su propia obligación moral, es lo que los obliga a votar por el candidato de su propio partido. Si no lo hacen, su voto sigue siendo válido y seguirá contando. Esto ha sucedido varias veces a lo largo de la historia, mínimo 157, según la organización sin fines de lucro Fair Vote. Es un riesgo tan presente que hasta existe un término para llamarlos ‘faithless electors’ o electores sin fé. Es evidente cómo las distintas capas que componen el sistema electoral de los Estados Unidos cada vez más le quitan poder de elección al pueblo, donde ni votan de manera directa por candidatos y aquellos por los que si votan pueden ignorar su voluntad.
Las publicaciones federalistas
Al estar consciente del verdadero sistema electoral, es entonces donde uno se empieza a preguntar, ¿cuál es su finalidad? ¿por qué fue diseñado de una manera que parece diluir el poder de decisión del pueblo? Respuestas a estas preguntas las encontramos en los federalist papers, una colección de publicaciones escritas por Alexander Hamilton, James Madison y John Jay bajo el seudónimo Publius para promover la Constitución estadounidense. Más específicamente, la publicación 68, escrita por Alexander Hamilton, es la que trata sobre el colegio electoral; menciona que este cuerpo de electores tiene como finalidad ser un cuerpo incorruptible donde se pueda debatir libremente y basado en el contexto en el que se encuentren y deben de poder evitar movimientos violentos.
Lo que Hamilton busca promover es un cuerpo de intelectuales que se preste al debate constructivo y que entre ellos tengan los mejores intereses de la nación en mente. Fuera de limitaciones logísticas y cualquier impacto que estas puedan tener en el proceso electoral, precisamente el objetivo de este sistema y de los escritores de la constitución era alienar a la población común. No buscaban y no confiaban en su juicio para elegir al siguiente ejecutivo. Las capas de complejidad tenían precisamente como objetivo el diluir el caos y las variaciones de la población común y dejar al final tomando las decisiones importantes a aquellos intelectuales que pudieran de manera correcta estudiar la situación en la cual se encontraba el país y tomar decisiones a partir de ella.
Es claro que en sus inicios el Colegio Electoral no fue pensado como sistema democrático, incluso se buscaba evitar el involucramiento de partidos políticos, entidades que golpearían contra los principios que representaba el Colegio Electoral. El Colegio Electoral no es un sistema democrático, pero con los años se convirtió en lo más democrático posible a través de reformas constitucionales y el involucramiento de los partidos políticos que inevitablemente nacieron.
Entonces ¿es una democracia?
El Colegio Electoral no lo es, pero con enmiendas y legislaciones estatales se convirtió en lo más democrático que puede ser. Un sistema donde existe la posibilidad de que el candidato con menos votos populares pueda ganar, y haya ganado en cinco elecciones, la más reciente en el 2016, e incluso pueda ganar con poco más del veinte por ciento del voto popular. Por diseño, el pueblo en general no debería tener influencia directa en la elección, pero con el paso de los años ha logrado cada vez acercarse más a este ideal democrático. Aún así, las capas de complejidad lo alejan aún y pocas opciones hay para que pueda tomarlo en su totalidad.
El NPVIC
Sus siglas en inglés son National Popular Vote Interstate Compact. Es un pacto que tiene el poder de sobrepasar el Colegio Electoral al hacer uso de la ambigüedad en su diseño. Este plan es un convenio interestatal que busca asegurar que en cada elección presidencial quede como ganador aquel que tuvo el voto popular.
Esto se lograría únicamente eligiendo a los electores que votaran por aquel que en la elección popular ganó más votos, ignorando el voto estatal. Así, independientemente de la localidad de las elecciones, el ganador siempre será el más popular. El detalle de este plan es que requiere de que lo ratifiquen suficientes estados para sumar la mayoría de votos del Colegio Electoral y así asegurar la victoria independientemente de lo que hagan los estados que no se hayan unido a este convenio. Una vez que se logre esta mayoría, entrará en efecto el pacto, mientras no, las elecciones continuarán como han sido.
Firmas actuales de este pacto tienen estados como: California, Nueva York, Colorado y Massachusetts. En total, el pacto tiene 195 votos electorales, apenas un 36.2% del total de 270 votos que necesitan para que entre en efecto. Este pacto se encuentra pendiente en más asambleas legislativas, suficientes para lograr la mayoría. Está pendiente en el equivalente a 129 votos electorales, más de los 65 que se necesitan. Sin embargo, mientras más se acerquen a la meta, más complicado va a ser que las legislaturas aprieten el gatillo final para que se vuelva en una elección de mayoría simple.
No obstante, recordemos que aunque este pedazo de legislación sea exitoso, aún existen los faithless electors que son un producto del sistema y no pueden ser alterados más que con una reforma constitucional. Solo queda esperar que, si entra en efecto el pacto, no sean un problema. Este pacto es lo más cercano a una democracia popular representativa que se puede obtener. Dado el marco constitucional actual, la otra opción sería reformular completamente el sistema electoral.
Otros pendientes
El sistema electoral estadounidense contiene muchos más detalles que no fue posible tratar aquí, por ejemplo la distribución de distritos que da a una sobrerrepresentación, el rol que tuvieron los partidos políticos en la alteración del Colegio Electoral y detalles de procedimiento que hacen que la legislación en la cámara alta sea un espectáculo y no un espacio de debate. Todo esto sin mencionar la influencia que juegan las empresas e intereses privados dentro de las decisiones de los legisladores. La democracia es algo complicado e imperfecto, pero al cuestionar y estudiarla, incluso en países ajenos, podemos encontrarnos más en nuestro rol como ciudadanos y llevar al país, no ser llevados por él.
Crédito de la imagen
https://www.azcleanelections.gov/CmsItem/Image/84
Referencias
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