El 10 de junio de 1971 quedó volando en los libros de historia de nuestro país, pues la memoria colectiva de la ciudadanía solo tiene recuerdos borrosos de lo ocurrido ese Jueves de Corpus Christi. A 50 años de una de las masacres estudiantiles más grandes que hemos vivido, este artículo se centra en recordarle a México que el Halconazo no está perdido en la historia.
Enrique Ahumada
Estudiante de Economía de 6º Semestre
El Halconazo, también conocido como la matanza o masacre del “Jueves de Corpus Christi», fue un hecho histórico en donde murió una gran cifra de estudiantes de escuelas como el Instituto Politécnico Nacional y la Universidad Nacional Autónoma de México, ocurrido el 10 de junio de 1971, a menos de 3 años de los hechos en la Plaza de las Tres Culturas, de Tlatelolco, en donde cientos de inocentes perdieron la vida. Se dio a raíz de una manifestación, derivada de distintos movimientos estudiantiles del país, específicamente en Monterrey, Nuevo León, en donde estudiantes de la Universidad Autónoma de Nuevo León se habían manifestado en contra de la institución, en aquel entonces.
México, una voz callada con sangre
El ambiente que se vivía en los estudiantes mexicanos, después de 1968, era mayormente de tensión, ya que querían levantarse, querían alzar su voz en contra de las injusticias sociales con las que estaban viviendo, pero un miedo reinaba sus pensamientos, no tenían claro todo lo que había pasado en la Plaza de las Tres Culturas 2 de octubre, lo que hacía imposible dimensionar toda la sangre que ese día había llovido, sangre inocente a manos de fuerzas militares enviadas por el estado.
El Halconazo fue una matanza que actualmente muchos mexicanos desconocen, posiblemente porque ya se tenía un registro de un hecho similar con lo ocurrido el 2 de octubre de 1968, el cual marcó la historia de nuestro país. Esta matanza ha sido minimizada e invisivilizada por muchos, pues se le ha considerado menos impactante que la ocurrida en la Plaza de las Tres Culturas, pero que del mismo modo, fue un hecho manchado de sangre inocente.
Un poco de historia
El final de la época de los 60’s dio inicio a una época de muchas manifestaciones y movimientos estudiantiles en todo el mundo, siendo el más conocido en México el movimiento de 1968, que ya sabemos cómo culminó. Este tuvo origen en la Ciudad de México, detonado, según muchos historiadores, por una serie de enfrentamientos en julio del mismo año, en donde participaron alumnos de distintas escuelas contra fuerzas policiales y militares, incluyendo menores de edad, ocasionando una reacción inmediata en muchas escuelas, haciendo paro de labores, situación que disgustó a las autoridades, quienes, como represalia, tomaron varios planteles educativos.
A raíz de esos sucesos fue que se comenzó a formar un movimiento, principalmente estudiantil, en donde los actores principales fueron alumnos del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), haciendo marchas, mítines y manifestaciones en general.
Pasaron los meses y las manifestaciones no cesaron, al contrario, tomaron fuerza. El ejercito estaba dentro de las instalaciones del IPN y de la UNAM, hasta su retirada el 1 de octubre de 1968. El día siguiente, y a solo 10 días del inicio de los Juegos Olímpicos con sede en la Ciudad de México, un mitin fue llevado a cabo en la Plaza de las Tres Culturas, y el resto es historia.
El 2 de octubre de 1968 fue una de las masacres más violentas de la historia contemporánea del país, en donde, sin tener una cifra oficial, cientos de inocentes perdieron la vida a manos de las fuerzas del estado. El presidente en ese entonces era Gustavo Díaz Ordaz, quien es recordado hoy en día por muchos por esta trágica escena que quedó impregnada en las páginas de los libros de historia de nuestro país.
Foto de la Plaza de las Tres Culturas, Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968.
Fueron años muy difíciles para el país, aparte de ser un periodo de transición presidencial en 1970, en donde el ganador fue el Secretario de Gobernación de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez, quien fuera el actor principal en lo sucedido en Tlatelolco, mismo que contaba con un bajo nivel de aceptación entre la población.
La relación estudiantes-gobierno en esa época, no estaba nada bien, al contrario, existía un ambiente de tensión, rencor y coraje por ambas partes, pues se reprimió brutalmente a jóvenes con uso de la fuerza del estado, ocasionando así una impotencia generalizada en contra de todas las acciones del gobierno por parte de los estudiantes, ya que en ellos vivía un sentimiento de miedo, miedo a levantar la voz, a opinar o simplemente a participar activamente en la sociedad.
La masacre perdida en la historia
Pocos años despúes de que el país se pintara de rojo por un hecho que cimbró a una nación entera, a finales de 1970 se llevó a cabo un movimiento en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), al norte del país, esto con el fin reformar algunas cosas de la institución, logrando que sus demandas fueran escuchadas en febrero de 1971, cosa que disgustó aún más al ejecutivo estatal, bajando el presupuesto de la institución como consecuencia.
Los universitarios neoleoneses demandaban una democratización de la enseñanza, así como el control del presupuesto de la institución y que este fuera equivalente al 12% del Producto Interno Bruto del estado, esto con el fin de tener una educación de calidad con libertad política y apertura democrática (Pineda, 2018).
Los estudiantes de la UNAM y del IPN se unieron a los reclamos realizados por los jóvenes del norte, esto como acto de solidaridad, haciendo manifestaciones en la Ciudad de México, mismas que, a pesar de que en Monterrey ya se había llegado a un acuerdo, siguieron su camino, creando así un nuevo movimiento estudiantil.
Las manifestaciones de 1971 en la Ciudad de México, fueron las primeras realizadas despúes de lo sucedido en Tlatelolco, y estas tuvieron un gran éxito, ya que la población estudiantil, así como la sociedad en general, estaba resentida por lo que había sucedido años antes, y con la creación de un nuevo movimiento, la población comenzó a recobrar fuerzas para salir a protestar de nueva cuenta.
Como lo señalan muchos medios, la atmósfera que se vivió al interior de las facultades e instituciones educativas en esa época estaba permeada por el entusiasmo y la necesidad de mantener la lucha iniciada por el estudiantado unos años antes (Paz, 2018).
Después de una gran cantidad de manifestaciones que se dieron en los primeros meses de 1971, en donde se vivía un ambiente de inconformidad cada vez con mayor fuerza, se llegó el 10 de junio, día de Corpus Christi, en donde se tomó por sorpresa a estudiantes de distintas escuelas, convirtiendo así a la manifestación en un hecho violento en donde hubieron pérdidas humanas, mismo que se recuerda por el nombre de el Halconazo.
Foto de la manifestación previa a los hechos violentos, el 10 de junio de 1971.
Este suceso histórico fue un repliegue de una manifestación encabezada por estudiantes del IPN y la UNAM, ocurrida en la Ciudad de México, donde un grupo paramilitar atacó a los asistentes con distintos tipos de armas, incluyendo armas de fuego. Se estima que fueron alrededor de 120 muertos, aunque no existe una cifra oficial.
Se denomina Halconazo por la participación de un grupo armado denominado Halcones, mandado por un alto funcionario del gobierno para replegar el movimiento, convirtiéndose en una pequeña guerra injusta, una pequeña revolución en donde el enemigo estaba altamente armado, mientras que los estudiantes no tenían cómo defenderse, más que correr y tratar de esconderse. Los llamados Halcones causaron muchas bajas dentro de los manifestantes, no teniendo, al igual que en Tlatelolco, una cifra oficial, y con un gobierno que se deslindó de los hechos.
Foto de los halcones, corriendo con barretas, el 10 de junio de 1971.
Los medios de comunicación trataron de ocultar la información, tal como lo hicieron en octubre de 1968 y en otras fechas que causaron gran revuelo en el país, esto por órdenes directas del gobierno federal, o por miedo a represalias por parte de las mismas autoridades, ya que en ese tiempo, la Secretaria de Gobernación, encabezada por Luis Echeverría, tendía a actuar de esta forma. No hay duda alguna que se ocultó información a la población, pues, aunque los hechos hayan sido difundidos, esto se hizo de manera minimizada, sin señalar la realidad de los hechos.
Se señala que los halcones iban vestidos con camisas blancas y pantalones de mezclilla, esa era el común denominador para poder identificarlos. Unos traían consigo barretas, armas de fuego cortas y largas. Los halcones estaban entrenador para pelear, era un pequeño ejercito vestido de civiles.
Foto en donde se observa a los halcones atacando a los alumnos, la mayoría con camisas blancas y pantalón de mezclilla, muchos con barretas y armas de fuego, el 10 de junio de 1971.
Muchos de los participantes coinciden en que fue una experiencia de terror, de miedo y de impotencia, en donde se corría por instinto, con el único fin de salvarse. Ya se conocía la magnitud de una masacre de este tipo, es por eso el pánico que se creó en esos momentos, mientras era atacados violentamente.
Hay muchos historiadores que señalan que el sexenio de Echeverría cambió el sistema, pasando de la represión abierta, como se hacía antes, a una de baja intensidad, que tal como señala Laura Rosenberg (2009), fue una comedia que continuó con el trabajo de su antecesor, Díaz Ordaz.
Se habla mucho de la participación de la CIA y la Dirección Federal de Seguridad en el entrenamiento de los halcones. Si nos remontamos en el historia, muchos grupos paramilitares han sido creados por órdenes de altos funcionarios, esto para tener una fuerza del estado camuflajeada de civiles.
A escasas dos semanas del Jueves de Corpus Christi, el regente del extinto Departamento del Distrito Federal, Alfonso Martínez Domínguez, renunció a su cargo, despúes de declarar que el estado no tuvo relación con los hechos y que este desconocía a los halcones. Se dice que él tenía en su poder a este grupo paramilitar.
A la izquierda, Alfonso Martínez Domínguez.
Después de esta matanza, los movimientos sociales desaparecieron por mucho tiempo en el país, pues un sentimiento de miedo reinaba dentro de todos los que querían alzar su voz, y no es para menos, teniendo dos sucesos sangrientos en la historia reciente de México, nadie quería enfrentarse a la fuerza del estado.
Ahora nos toca preguntarnos, si Tlatelolco no hubiera pasado, ¿el Halconazo hubiera sido más sonado?, a lo que mi opinión personal responde: no lo sé, el movimiento del 68 encaminó la voz de los estudiantes a hacerse sonar, tal vez si no hubiese ocurrido, el país no hubiese visto nuevas manifestaciones, y menos a unas replegadas por grupos armados, tomando la vida de estudiantes e inocentes, o tal vez la inconformidad social hacia las acciones del gobierno se hubiese hecho notar de alguna otra forma, provocando un estallido social, como lo ocurrido en 1971.
La voz vuelve a sonar
Los movimientos estudiantiles han sido una forma de expresar el sentir por parte de los jóvenes, en donde pueden tratar muchas problemáticas, convirtiendose en marchas o manifestaciones de carácter pacífico, que a su vez se pueden tornar violentas, si es que estas se salen de control, ya sea por provocaciones o malentendidos por parte de otros actores involucrados, que en su mayoría buscan alterar el orden.
La mayoría de los movimientos que han tenido lugar en la historia mexicana, han comenzado por un problema educativo que apremia a las instituciones, evolucionando a un problema social que puede dar lugar a un movimiento con fines políticos o hasta económicos, en donde actores en específico se aprovechan o manipulan la situación.
Desde los hechos que marcaron a México en 1968, este tipo de movimientos, en donde los jóvenes son los protagonistas, han sido parte de la vida política y social del país, y que, a pesar de no todos lograr el objetivo, la mayoría logra que su voz sea escuchada y que se cumpla lo demandado.
Lo ocurrido en 1971 ha sido un hecho muy menospreciado en la historia del país, y esto es en gran parte a que años antes fue una matanza aún mayor, misma que por 50 años ha opacado en los libros a aquella ocurrida un 10 de junio de 1971.
La memoria social depende en gran parte de lo que el gobierno quiere que se recuerde, y está claro que lo ocurrido ese Jueves de Corpus Christi no es una página de la historia que se quiere recordar, sin embargo, es un hecho que al igual que otros, debería estar presente para recordar las injusticias sociales y los momentos dolosos del país.
La voz de los mexicanos fue callada por mucho tiempo, pero desde hace tiempo ha comenzado a sonar otra vez. Hoy en México vive una sociedad que no se queda en silencio y que le ha perdido el miedo a manifestarse, una generación que no se deja amedrentar por las injusticias sociales y que de diferentes formas alza su voz.
Bibliografía
Paz, R. (2018). Roma y los recuerdos de El halconazo. 2019, de Gaceta UNAM Sitio web: http://www.gaceta.unam.mx/roma-y-los-recuerdos-de-el-halconazo/
Pineda, A. (2018). ¿Qué es el Halconazo?. 2019, de Sopitas. Recuperado de: https://www.sopitas.com/noticias/saber/halconazo-10-junio-1971/
Rosenberg, L. (2009). El movimiento estudiantil mexicano. De la “Masacre de Tlatelolco” al “Halconazo”. 2019, de Asociación Latinoamericana de Sociología Sitio web: http://cdsa.aacademica.org/000-062/1692.pdf
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