En el 110 aniversario de la Revolución Mexicana, es necesario recordar su impacto en la subjetividad de México. Además, es esencial analizar cómo este imaginario nutrió a una serie de intelectuales latinoamericanos en sus exilios, durante el siglo pasado, que lograron el pensamiento para América Latina, el mundo y las ciencias sociales desde aquí.
Pedro Zarpelón, Lic. en Relaciones Internacionales y estudiante de quinto semestre de economía.
En noviembre de 2020 se cumplieron 110 años del inicio de este proceso histórico conocido como Revolución Mexicana. Este movimiento fue la primera gran revolución popular del siglo XX y unió a una serie de sectores de la sociedad. El movimiento fue precursor de diversos cambios sociales, incluso sin alterar estructuras estatales1. A pesar de esto, este movimiento tiene impacto en el imaginario mexicano y latinoamericano hasta hoy.
Quizás la época en que la subjetividad del fenómeno social tuvo más presencia en la academia y en la conformación que trasciende a México, elevado a su estatus Latinoamericano. Fue en la segunda mitad del siglo XX, particularmente en la década de 1970 y 1980. En aquel entonces, los países de Sudamérica, especialmente aquellos del Cono Sur (Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay), pasaban por regímenes dictatoriales de carácter militar. Por lo que la persecución de sus regímenes, sumados a una iniciativa internacional conocida como Operación Cóndor – que era la cooperación para la represión conformada por los países del Cono Sur y Estados Unidos – muchos ciudadanos del medio artístico e intelectual buscaron refugio en México.
El exilio latinoamericano en México, como se quedó conocido aquí, trajo una serie de intelectuales, poetas y artistas que se concentraron en el cuerpo de investigadores y docentes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). La subjetividad de la Revolución Mexicana, sumada al ambiente de efervescencia mundial y la situación de América Latina ante la Guerra Fría, llevaron a las más ricas reflexiones. Para ejemplificar el impacto de la subjetividad revolucionaria de los sudamericanos en México, basta echar un vistazo al libro de 1998 titulado «Memoria e Identidad del exilio sudamericano en México»2 . Los autores del libro, Eugenia Mayer y Paolo Yankelevich, reúnen el relato de centenas de exiliados que encontraron en México un ambiente de libertad y contradicciones.
La Revolución Mexicana caracteriza la experiencia del exilio de forma única: calles con nombres provenientes de lugares en los cuales estos términos estaban prohibidos. El texto mencionado trae el relato de Marcelino Cereijido: «Yo venía de un Cono Sur donde se podía perder la vida por el simple hecho de poseer un ejemplar de ‘El Capital’ de Marx o un libro del Che Guevara. Un colega chileno me contó que el ejército de su país había requisado un tomo sobre el cubismo, por sospechar que se trataba del ideario de Fidel Castro. Por eso cuando entré a la librería Gandhi en el sur de la Ciudad de México, quedé sorprendido al ver escaparates repletos de libros de Marx, Engels, Lenin, Gramsci, Mao y el Che Guevara. En la cafetería del piso superior, el atuendo, barba, cabellos y anteojos que usaban los jóvenes se asemejaban a una versión «hippie» de Trostky, o revolucionaria de John Lennon, y usaban un vocabulario que en Argentina hubiera provocado su arresto.»
Pese a que México representaba una opción de «libertad» y de sentimiento latinoamericano, no estaba libre de contradicciones. En la misma época, el país pasó por grandes movilizaciones: médicos, estudiantes (cabe aquí mencionar la masacre de 1968), ferrocarrileros, trabajadores petroleros, maestros y campesinos se organizaban manifestaciones que llevaron a una respuesta represiva y autoritaria del Gobierno que se conoció como Guerra Sucia. Este término es justamente por su carácter de ilegalidad: espionaje, tortura, ejecuciones extrajudiciales y arrestos arbitrarios3. Aún, ante esta adversidad y con la expulsión de algunos exiliados latinoamericanos considerados como subversivos, como fue el caso de Ruy Mauro Marini, muchos regresaron y adoptaron a la UNAM como su «casa segura» para producir conocimiento latinoamericano.
La Construcción de un Pensamiento Económico Latinoamericano
Es justamente el caso de Ruy Mauro Marini que yo quisiera mencionar aquí, quien fue un intelectual invaluable para el área de las Ciencias Sociales y para el campo de la Economía. Él empezó su exilio en México en 1965, justamente un año después del golpe militar en Brasil (1964), pero fue “invitado a retirarse” – debido a su actuación “subversiva” en la UNAM y en el movimiento estudiantil en 1968. En Chile, fue obligado a exiliarse nuevamente en México después del golpe militar de Pinochet. Pero ya en los años 70, en México, pudo dar seguimiento a sus análisis acerca del capitalismo y las relaciones de poder en diferentes niveles, principalmente en el ámbito internacional4.
Marini es considerado uno de los creadores de la Teoría de la Dependencia. Esta teoría tiene sus inicios justamente en el período que antecedieron a las dictaduras militares del Cono Sur. Es decir, la época de la Industrialización por Sustitución de Importaciones. Tal período tuvo una base económica compuesta por el pensamiento de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), principalmente Raúl Prebisch. Los gigantes latinoamericanos (Argentina, Brasil y México) y otros (Chile, por ejemplo) habían pasado por un largo proceso de industrialización que se inició con el adviento de la crisis de 1929. Aún con mayor desarrollo económico, tales países no habían logrado una mejoría en su posicionamiento y poderío internacional, ni un desarrollo social generalizado. De hecho, la desigualdad estaba incrementando5.
Ante este escenario, la Teoría de la Dependencia trae una nueva visión a la Economía y sus relaciones de Poder. Él considera el desarrollo y el subdesarrollo aspectos distintos, pero de un mismo proceso de la Economía universal. Ya no es una etapa tras otra, sino que son dos caras de la misma moneda. El modus operandi de este proceso construido históricamente es la dependencia. No solo externamente, el fenómeno se evidencia también en las estructuras internas, como la política, la social y la ideología. Tal abstracción logra conectar la política, la economía, la sociología, las relaciones internacionales y de poder dentro de un mismo marco analítico5.
Marini trabaja la concepción del capitalismo como mecanismo universal, jerárquico y reproductor de diferencias a distintos niveles. Su planteamiento es de un mundo desigual, con centros de acumulación de capital y regiones dependientes que tienen su valor extraídos. La manera de esta transferencia forzada de valor es la explotación del trabajo. La dinámica funciona con mal pagar al trabajador periférico, para que el valor generado por él pueda ser consumido por el centro6. Tal marco teórico sólo fue posible por la subjetividad y deseo de cambio social que ha permeado México durante toda su historia. Por el rechazo al poder autoritario que quedó grabado en la mente de los revolucionarios, anhelando la libertad y una vida digna. De hecho, tal reflexión se hace pertinente incluso en los días de hoy, solamente haría falta retomar el sentimiento crítico y de cambio de aquellos 110 años atrás.
Referencias y notas:
2 https://1library.co/document/7q0pgrgz-memoria-e-identidad-del-exilio-sudamericano-en-mexico.html
3 http://www.scielo.org.mx/pdf/polis/v7n2/v7n2a6.pdf
4 http://www.marini-escritos.unam.mx/
5 http://ru.iiec.unam.mx/3099/1/TeoDep.pdf