Ante la crítica situación en la que se encuentra México y el mundo, es necesario que las fuerzas políticas del país coincidan en algunos argumentos.
- Alejandro Márquez Estudiante de 6º semestre de Economía
José Woldenberg enunciaba en un ensayo publicado en 2015 que la democracia es no solo una solución, sino también un problema. Como forma de gobierno, posee esta dualidad de virtudes y defectos, de claros y oscuros. Es indispensable reconocer ambas caras de la democracia para con base en ello solidificarla, fortalecerla e intentar recomponer todas aquellas problemáticas que surjan en el camino. Ante la crítica situación en la que se encuentra México y el mundo, es necesario que las fuerzas políticas del país coincidan en algunos argumentos. Que la oposición apoye, cuando menos, algunas decisiones del gobierno. Y, sobre todo, que se deje de lado por unos momentos la urgencia de captar electores y se enfoque la vista hacia las posibles soluciones contra la crisis que predomina.
En México se vive un ambiente de polarización. Cada decisión tomada por el gobierno en turno respecto a la crisis del coronavirus y sus repercusiones económicas es defendida a muerte por casi todos los partidarios de la cuarta transformación y atacada a muerte por casi todos los partidarios de la oposición. Excepciones, como siempre, existen. Hay individuos mesurados, que quizás no simpatizan con ninguno de los dos bandos, o que aun simpatizando deciden ser críticos y expresar lo que perciben. Estoy seguro de que en otros lugares del mundo se vive una situación similar. Como apuntaba al principio, la democracia trae consigo problemáticas como esta.
En un sistema democrático uno de los hechos irrefutables es la finitud del poder. En la democracia se asegura que ningún gobernante dura al mando más de lo establecido por las normas constitucionales de cada región. Para el caso particular de México, se certifica que ningún presidente perdura más de seis años en el poder. ¿Qué conlleva esto? Además de los múltiples beneficios tales como la facultad de la ciudadanía de elegir a sus gobernantes o la libertad de exigir y demandar, conlleva también ciertos problemas. Uno de ellos es la posible degradación de los partidos políticos y sus allegados en la búsqueda de electores. Debido a que en democracia el fin último es de carácter competitivo, en muchas ocasiones los miembros de los partidos políticos hacen lo que sea con tal de obtener o conservar el poder.
No estoy diciendo que en todos, pero en muchos de los argumentos tanto del régimen actual como de la oposición se denota esta motivación. Ante una coyuntura de semejante magnitud como la que enfrentamos hoy en día, considero que defender a capa y espada y sin sustento al gobierno en turno o a las fuerzas políticas que buscan el poder es un error y puede derivar en la desinformación. No hay nada que solidifique más a la democracia que la aceptación de las virtudes de quien gobierna y la admisión a la crítica y la señalización de los grupos opositores.
Tanto en aquellos que tienen un espacio en medios de comunicación masiva o en redes sociales, tanto en aquellos que ocupan un cargo a nivel federal o estatal y tanto en el mismo presidente de la república como en sus más incisivos opositores debe predominar un mismo objetivo en común: construir una estructura social y política con la capacidad de enfrentar la crisis que se avecina. Esto se alcanza con base en esfuerzos compartidos y en lograr que la sociedad acepte críticas y señale deficiencias, siempre, con argumentos. Quizás es idealista pensar que se va a dejar de lado la inequívoca lucha por el poder, sin embargo existen voces sensatas en cada ámbito que deben promulgar por la veracidad en los argumentos, por la retroalimentación adecuada y concisa y por la unidad (cuando menos momentánea) en tiempos de incertidumbre.
- Fuente
- Woldenberg, José. 2015. La democracia como problema. México: El Colegio de México/UNAM.
Crédito de la imagen: https://www.gob.mx/presidencia/galerias/conferencia-de-prensa-del-presidente-andres-manuel-lopez-obrador-del-9-de-abril-de-2020
Las opiniones aquí expresadas son exclusivas de su autor/autora y no representan la ideología del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del mismo, el Departamento de Economía, así como a la Sociedad de Alumnos de Licenciado en Economía.