México, coronavirus y desigualdad

Quienes más sufrirán no serán los que nos quedamos dentro viendo Netflix con el aire acondicionado, sino los que deberán empeñar desde zapatos hasta vestidos de boda para poder tener arroz y frijoles en la mesa.
Alejandro Domínguez
Estudiante de 2º semestre de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno

Si me preguntaran cuál dato deberíamos conocer los que vivimos en el privilegio en México, respondería con el siguiente: tan sólo el 4% de los mexicanos gana más de $15,429 pesos mensuales (García, 2019). Con este salario no alcanza para un mes en una escuela como el ITESM, sin importar que se dedique la totalidad del salario para este fin. Este dato debería darle una buena sacudida a cualquiera. En definitiva la desigualdad es un grave problema mexicano.

En las últimas semanas he observado una tendencia a pensar que la crisis económica producida por dos factores, COVID-19 y la actual administración, servirá para nivelar la balanza social. Que de alguna forma México y el mundo saldrán de estos difíciles momentos con un sistema capitalista más humano, que las desigualdades desaparecerán.  Esto me parece irracional. No se puede esperar que un sistema que le ha fallado a tantos mexicanos en tiempos de calma, se pueda recomponer durante la tormenta. Saldremos más desiguales que nunca en gran parte gracias al sistema capitalista que tenemos, uno que no se ha sabido adaptar para la mayoría de hasta abajo.

Para obtener una prueba de los grandes horrores de nuestro sistema económico, no hace falta más que un dato bien conocido por todo aquél que quiera estudiar al mercado mexicano; cerca del 60% de los trabajadores nacionales se desempeña en el lado informal de la economía (Organización Internacional del Trabajo, 2014). En otras palabras, 6 de cada 10 ciudadanos no puede gozar plenamente de la protección y servicios que la ley y el Estado pueden proporcionar. Todos estos individuos, en caso de enfermarse, caerán en el recientemente creado y problemático INSABI. La crisis no ha llegado a su punto más grave, esperado a mediados de abril, y el instituto ya requiere 145 millones de pesos para comprar el equipo necesario para hacerle frente a la pandemia (Eje Central, 2020). En este sistema de salud, con escasez de instrumento médico, se debería esperar una mayor tasa de mortalidad.

Sin embargo, la muerte de coronavirus no es lo que preocupa al mexicano promedio, sino que la muerte de hambre es lo que no le deja dormir. Millones de mexicanos siguen laborando en las calles a pesar de que las autoridades recomiendan lo contrario (Semple, 2020). Vendedores de tacos, hamburguesas, cocos y demás a lo largo del país dependen del día a día. Es sencillo acusarlos de no tener dinero ‘bajo el colchón’ para días difíciles, sin embargo debemos entender que los hogares con menos ingresos gastan hasta la mitad de su dinero en comida, una necesidad básica (David, 2016). El resto de su ingreso se reparte en vivienda, transporte y otros servicios rudimentarios. No se le puede reclamar a estos ciudadanos por no contar con ahorros. 

Se ha hablado mucho de la irresponsabilidad del mexicano, de los ‘nacos’ que salen a la calle a pesar del riesgo latente del COVID-19. De lo que se debería estar hablando es de la poca solidaridad que tenemos el resto. El coronavirus tiene una tasa de mortalidad de alrededor un 3%, el no comer tiene una del 100%. La gente que vive al día no va a dejar de vivir por meses. Esto en definitiva empeorará la situación de salud en México, mas no se debe tachar a estos de ignorantes, nacos, AMLOvers o demás, sino que simplemente son sujetos que entienden que entre el riesgo de contraer COVID-19 y la certeza de no tener comida, la decisión es sencilla. 

La informalidad es un problema grave, con consecuencias graves debido a que los trabajadores informales no contribuyen con impuestos. En nuestro país, más de la mitad de los jornaleros no contribuye al erario público (EF, 2014). Esto último dificultará al gobierno tomar medidas como las que se han tomado en Estados Unidos, de otorgar dinero directamente a los ciudadanos en estos momentos de crisis. 

Al final, hasta el más pobre deberá ir a resguardarse en casa. Si no es por salud propia, será por falta de clientes que se han quedado en sus hogares. El golpe será muy duro para la economía mexicana. Quienes más sufrirán no serán los que nos quedamos dentro viendo Netflix con el aire acondicionado, sino los que deberán empeñar desde zapatos hasta vestidos de boda para poder tener arroz y frijoles en la mesa. La desigualdad incrementará. 

Me quedo con un pensamiento que leí. Las crisis derrumban mitos en los países. En México el COVID-19 derrumbará aquella idea de que el mexicano es solidario por naturaleza. No somos solidarios realmente si insultamos al que sigue en la calle vendiendo sin entender su situación. No podemos ser solidarios si compramos comida para meses, entendiendo que eso tan sólo subirá los precios haciendo que gente deje de comer. No podemos ser solidarios gastando dinero en cosas mundanas mientras que en los próximos meses habrá quien no coma. 

Dejo de escribir, escucharé mi vinilo recién comprado de $380 pesos, casi 4 días de salario mínimo. 

Fuentes

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Las opiniones aquí expresadas son exclusivas de su autor/autora y no representan la ideología del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del mismo, el Departamento de Economía, así como a la Sociedad de Alumnos de Licenciado en Economía.